"Te veo llegar. El vehículo que te trae bordea
la plaza descuidada, estaciona en la calle desierta; bajás y entrás al
edificio. Desde mi ventana en el sexto piso, tu cuerpo parece increíblemente
pequeño cargando el gran estuche, increíblemente delgado dentro del largo
impermeable. Te imagino usando la clave que te di, subiendo al ascensor. Me
pregunto por qué tu conductor no te acompaña, por qué te deja moverte sola entre
las torres; pero la verdad es que ninguno de estos pungas de pasillo se metería
con una chelista. Pienso en tu cuerpo fibroso, modelado por años de entrenamiento,
tan afinado como el instrumento que llevás a cuestas, tan indiscutible como un
arma. Tu cabello oscuro tirante, peinado hacia atrás, atado sobre la cabeza en
una larga cola de caballo que te cae sobre la espalda y que se balancea
levemente cuando caminás. Hay algo de equino en vos, algo de magnífica yegua
joven, de perfecta conjunción de músculos y tendones, de poder contenido, listo
para estallar. "
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